La emotiva carta de Julián Mandriotti

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Uno de los mejores amigos de Sandro: "¡Feliz cumpleaños, Chospa!"
Su ex jefe de prensa, que formaba parte del selecto grupo de amistades del Gitano, lo recuerda en un escrito que permite vislumbrar la intimidad del ídolo, a 73 años de su nacimiento.
La campanilla del teléfono de mi domicilio resonó en el cuarto y me apresuré a atender.
—Hola —saludé con desgano.
Mandriottis —. Una voz, trasnochada, con una entonación cargada de bohemia, pero que me resultó familiar, me sorprendió ese mediodía de aquel martes 17 de agosto de 1971. —Aquí Papadopoulos —se anunció a manera de saludo.
De acuerdo a lo que él siempre comentaba, Papadopoulos era el apellido de sus ancestros que -aseguraba- habían salido de Grecia, se habían instalado en Hungría y, de allí, habían sido expulsados hacía la lejana Galicia, en España, donde habían adoptado el nombre de Sánchez.

Era el clásico exponente del destino de la raza gitana.
¡Roberto! ¿Qué estás haciendo a estas horas y más en un día feriado?
—Mirá, en un rato voy a estar en la oficina. Comé tranquilo y te espero a eso de las 4 de la tarde. Si no tenés nada que hacer, por supuesto —expresó con amabilidad, como lo hacía habitualmente, pero esta vez con el sutil tono de una orden.
Ese martes 17 de agosto se conmemoraba un nuevo aniversario de la muerte del General San Martín y, por lo tanto, era un día no laborable y yo había decidido ir al cine Lorraine para disfrutar de una revisión de las obras maestras de la cinematografía italiana. Se iba a proyectar el film Los Compañeros, una película de Mario Monicelli, cuya figura principal era Marcello Mastroianni.
—Está bien, Roberto —acepté—. A las 4 estoy en la oficina.
El colectivo atravesó velozmente las calles desiertas del centro de Buenos Aires y puntualmente a las 4 de la tarde estaba presentándome en el piso 14 de la calle Tucumán al 1455, donde en su departamento-oficina me esperaba Roberto, mi paisano Papadópoulos.
Cuando abrió la puerta, miró su reloj.
—¡Qué puntual! —saludó.
—¡Qué querés! Si no hay nadie en la calle —respondí—. Bueno, ahora contame, ¿qué está pasando? —pregunté intrigado.
Nos acomodamos en unos sillones que dominaban el living, y en cuyo centro había una mesa ratona que tenía un cristal en su superficie que cubría varías tapas de sus long plays.
—¿Sabés que pasado mañana cumplo años?
—Sí, claro. El 19. ¿Veinti..?
26. Te dije que vinieras para que me ayudes a llamar a los muchachos y que vayan a Malabia, mañana a las 9 de la noche.
En Malabia al 3200 estaba el departamento impenetrable y secreto que solo era visitado por un grupo selecto de amigos y donde se vivían las horas más hermosas de la bohemia, que ahora viven en mi corazón.
—¿Mañana? Pero mañana es 18, Roberto.
—Sí, lo sé. Pero a las 12 de la noche brindamos y ya es 19. Lo que pasa es que el jueves hago algo con Vanesa y por ahí viene mi vieja.
—¡Ah, entiendo!
Vanesa era el nombre en clave que él había apodado a Julia Vizziani, su mujer, para que nadie supiera su nombre verdadero.
—Llamalo al Bebe Mauro, al Mono Lescano, a Hebert, a Leone, al Monito Salas, y yo me encargo de los Golan y de Anderle. ¡Ah! Y de Leo Fleider y de Pablito de Cabo. ¿Cuántos somos?
—Con nosotros dos, somos 12 —contesté.
¡La última cena! Espero que no haya un Judas —agregó con una carcajada—. Che, otra cosa: ¿hiciste la letra que te pedí?
—Chospa querido, ¿cómo no voy a hacerla? La tengo acá —le dije, acercándome el dedo índice derecho a la frente.
Chospa era el apodo con el que Anderle nombraba a Roberto y algunos de nosotros los habíamos adoptado también.
Nunca supimos su significado.
—Sentate a la máquina y escribila y me la llevo a casa. ¿Cómo se llama?
"De amor se nace y se muere". Me lo imagino un recitado justo para vos. Te va a encantar.
Al día siguiente, a las 9 de la noche, aquellos 11 amigos que Roberto había elegido llegamos puntualmente al departamento del primer piso de la calle Malabia, decorado al estilo oriental, y entre anécdotas y recuerdos, y cuando el reloj marcaba el comienzo del nuevo día, Roberto se me acercó y al oído me dijo:
—Ahora no soy Roberto, ni Chospa, ni Papadópoulos. Ahora te habla Sandro: me gustó mucho la letra. Voy a grabar "De amor se nace y se muere".
Los dos nos miramos a los ojos. Levantamos nuestras copas y unas lágrimas incontenibles comenzaban a inundar mi rostro.
—¡Por el éxito! —dijo en voz baja.
Yo solo pude levantar la copa y decirle: "¡Feliz cumpleaños, Chospa!".
Jefe de prensa de Roberto Sánchez desde fines de 1970 hasta los primeros meses de 1975, Mandriotti le compuso nueve canciones al Gitano, entre las que están "No pareces la misma", "Más cada día" y "Así nace el amor" (salvo "De amor se nace y se muere", firmada junto al cantante, las compuso con el Bebe Mauro). Ocho de ellas grabadas, otra como cantante-productor de un tema en el Teatro Cervantes, al frente de la Sinfónica Nacional, y la otra nació de una experiencia personal vivida en Puerto Rico, "Página Sociales".

FUENTE: INFO TELE SHOW

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